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Nick Fewings

Dos gotas de aceite

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Hoy me encontraba leyendo en el parque, una actividad que realizo con frecuencia. Estaba leyendo "Maktub" de Paulo Coelho, y en una página leí una referencia a una cita de su libro "El Alquimista" que en su momento me marcó mucho, es un poco larga pero vale la pena leerla. La historia dice lo siguiente:

Cierto mercader envió a su hijo a aprender el Secreto de la Felicidad con el más sabio de todos los hombres. El muchacho anduvo durante cuarenta dí­as por el desierto, hasta llegar a un bello castillo, en lo alto de una montaña. Allí­ viví­a el sabio que el muchacho buscaba.
No obstante, en lugar de encontrar a un hombre santo, nuestro héroe entró en una sala en la que se deparó con una enorme actividad: mercaderes que entraban y salí­an, personas conversando por los rincones, una pequeña orquesta tocando suaves melodí­as, y una mesa muy bien servida con los más deliciosos platos de aquella región del mundo.
El Sabio conversaba con todos, y el muchacho tuvo que esperar durante dos horas hasta que pudo ser atendido.
Con mucha paciencia, el Sabio escuchó atentamente el motivo de la visita del chico, pero le dijo que en ese momento no tení­a tiempo para explicarle el Secreto de la Felicidad.
Le sugirió que diese un paseo por su palacio, y regresase al cabo de dos horas.

-De todas maneras, voy a pedirte un favor -añadió, entregándole al muchacho una cucharita de té en la que dejó caer dos gotas de aceite-. Mientras estés caminando, lleva contigo esta cuchara sin derramar el aceite.

El joven empezó a subir y a bajar las escalinatas del palacio sin apartar la mirada de las gotitas de aceite. Dos horas más tarde, regresó ante la presencia del Sabio.

-Entonces – preguntó el sabio- ¿ya has visto los tapices de Persia que están en mi comedor, y el jardí­n que al Maestro de los Jardineros le llevó diez años concluir? ¿Y te has fijado en los hermosos pergaminos de mi biblioteca?

El muchacho, avergonzado, confesó que no habí­a visto nada de eso. Su única preocupación habí­a sido no derramar las gotas de aceite que el Sabio le habí­a confiado.

-En ese caso vuelve y conoce las maravillas de mi mundo -dijo el Sabio-. No puedes confiar en alguien hasta que no conoces su casa.

Ya más tranquilo, el joven muchacho tomó una vez más la cucharilla y volvió a pasear por el palacio, pero esta vez fijándose en todas las obras de arte que colgaban del techo y las paredes. Vio los jardines, las montañas de alrededor, la delicadeza de las flores, el refinamiento con que cada obra de arte habí­a sido colocada en su lugar. Por fin, una vez más ante la presencia del Sabio, le contó pormenorizadamente todo lo que habí­a visto.

-Pero, ¿dónde están las dos gotas de aceite que te confié?- preguntó el Sabio.

Mirando a la cuchara, el joven se dio cuenta de que las habí­a derramado.

-Pues este es el único consejo que puedo darte – dijo el más Sabio de los Sabios-. El secreto de la felicidad está en saber mirar todas las maravillas del mundo, sin olvidarse nunca de las dos gotas de aceite de la cucharilla.

El secreto de la felicidad está en mirar todas las maravillas del mundo, pero sin olvidarse nunca de las dos gotas de aceite en la cuchara. Vuelvo a repetirlo porque esto refleja, en pocas palabras, el significado de una vida bien vivida.

Aunque es obvio voy a comentar que las gotas de aceite representan las responsabilidades de uno en la vida. Pero igual recomiendo sobremanera que lean El Alquimista. Excelente libro.

Esto me generó ganas de escribir un poco sobre los pequeños detalles de la vida que pasamos por alto. Muchas veces cuando me gana el apuro o el cansancio, al pasar frente a un atardecer o un cielo muy bonito no me detengo a contemplarlo y apreciarlo como realmente se lo merece. Hay tantas cosas hermosas en la vida que dejamos pasar por alto y no nos detenemos ni un segundo a apreciar. Pensar que hay personas no videntes que darían todo para poder contemplar un atardecer y uno pasándolo por alto como si fuera algo más, un simple engranaje del día a día.
Uno se pasa la vida buscando la felicidad y nunca la encuentra. Tengo otra frase sobre la felicidad que también la leí en "El alquimista" y habla sobre la búsqueda de la felicidad, que se trata más de una búsqueda interna que externa. Es algo larga pero simplemente hermosa. Conseguí una cita resumida en internet para que no se haga tan larga, y dice así:

La leyenda cuenta que los dioses, al crear al hombre, decidieron quitarle algo para que no fuera exactamente como ellos. Propusieron quitarle la felicidad y esconderla. Se barajaron varias opciones: esconderla en la cima de una montaña, en el fondo del mar, en otro planeta, pero todas fueron descartadas porque se consideró que el hombre, con su inteligencia y audacia, eventualmente llegaría a esos lugares.

Finalmente, un dios propuso esconder la felicidad dentro del hombre mismo, en su propio corazón, porque así estarían tan ocupados buscándola afuera sin saber que ya la tenían.

Este articulo podría titularse "Citas de Paulo Coelho" tranquilamente, pero es tan grande este hombre con sus enseñanzas que no podía pasarlas por alto.

Si hay algo que estoy aprendiendo cada vez más en la vida es a apreciar los momentos simples. Me gusta salir a caminar y detenerme a contemplar cualquier cosa que despierte aunque sea un mínimo de interés; escuchar y descubrir nuevas canciones; o simplemente dejar que la rutina se vuelva un espacio de descubrimiento. Situaciones que antes me provocaban enojo o estrés, ahora intento mirarlas desde otra perspectiva y tomarlas con gracia, como una oportunidad más para observar y aprender. La idea es vivir el día a día con entusiasmo, porque nunca sabemos cuándo dejarán de estar esas pequeñas cosas. La vida es demasiado corta para tomarse todo de manera personal. Recuerdo haber leído esa frase alguna vez, y vuelve a mí mientras escribo estas líneas.
Es curioso cómo la felicidad puede esconderse en lo más sencillo. Con la misma facilidad con la que pasamos del enojo a la alegría, también podemos hacer el camino inverso. Las emociones son complejas, pero se vuelven más simples cuando entendemos que aferrarnos al enojo o a la costumbre de tomarnos todo personal no conduce a nada: solo termina por perjudicarnos a nosotros mismos.

10 de agosto de 2025